Poder, efímero poder
Todos los bienes se conquistan, disfrutan y engrandecen únicamente por el trabajo y la cultura, por el conocimiento y el amor, nunca por la violencia y la crueldad...
Constancio C. Vigil.
El poder y la soberbia suelen ir siempre de la mano; sobran ejemplos en todos los tiempos de la historia de que el despotismo arraiga en las almas de los que escalan los esplendorosos y tentadores peldaños del poder cuando se aposentan en la cúspide. Desde allí, desde la altura que piensan y sienten eterna, intocable, indestructible, miran al humilde rebaño que los llevó a ese sitial, con profundo desprecio porque entonces ya lo encuentran tumultuoso, terrible y vil...
Están ya en la cima a donde no les llega "el espanto de la conciencia". Entonces producen estupor y desasosiego a raudales entre aquella masa que los creyó buenos, de corazón cálido, de- mente abierta a sus reclamos y de mano pródiga en la justicia...
Pero aquel corazón, aquella mente y la mano que creían salvadora se volvían en su contra, el engaño salía a la luz y la maldad del despotismo se hacía el diario acompañante de aquellas vidas pobres... Y llega el desencanto y echa fuera la esperanza y germinan entonces en aquel torrente de almas el desprecio, la ira (la justa ira) y el odio.
En la historia de la humanidad hemos leído mucho acerca de esas innobles vidas que creyeron propias las ajenas y se solazaron en maltratarlas y hasta en segarlas, y supimos también cómo fue la caída de cada uno de los poderosos, el derrumbe de lo que creían su eterna gloria y el estrépito del tumulto que una vez los alzó con fe infinita pero que con una furia incontenible los hizo caer desde la altura del poder justo cuando sintió despedazada su esperanza.
La historia es buena maestra pero hay quienes no quieren aprender de ella y el poder que llena de embeleso a quienes lo alcanzan a la postre se les torna terror o cuando menos molesta pesadilla, por el mal uso que de él hicieron.
Pobres personajes los que dilapidan el tesoro de haber llegado a la historia, de la que podrían salir por la puerta de honor, al dejar a su paso a su pueblo lo que le pertenece y a su patria lo que la hace grande: la libertad, la justicia, la dignidad.
Pobres seres, ayunos de ideales, marcados por la infamia de la ambición, que han llegado hasta el crimen por conseguir bienes que no les alcanzará la existencia para usufructuar.
Minúsculos, pequeños déspotas que ignoran que "el ejercicio de la tiranía tiene el poder de corromper a un hombre" y que "la corrupción de un hombre tiene el don de envilecer la tiranía". ¡Ellos lo han ejercido todo...!
Pobre patria la nuestra, la "Suave Patria" en la que pensaba el poeta... Pobre suelo en el que se han asentado todos los pequeños déspotas que han robado, que han saqueado su riqueza y que todas las genuflexiones de enceradas vértebras han rendido el homenaje al gobierno belicista de los vecinos del norte y han querido entregarle por míseros "denarios" el establo refulgente que nos escrituró el "niño Dios" y los ricos veneros de petróleo que nos legara el diablo...
¡Bien lo sabía el bardo!, pues lo que da riqueza incita a la ambición y acarrea la codicia y apareja a ellas todo lo que trate de impedir su posesión...
¡Y entre los pequeños déspotas (a despecho de las estaturas físicas) hay quienes aún pugnan por dar todo a los gobiernos y a los ricos extranjeros todo lo que en esta tierra pródiga es de valor inapreciable, todo lo que haría de esta patria un país exuberante de riqueza, que pudiera dar a su pueblo todo lo que merece, porque debería de ser suyo, pero se lo han ido arrebatando, se lo han robado con descaro inaudito.
Cuánto honraría este noble y generoso pueblo de los mexicanos a los que han pasado por el poder presidencial, si con él en la mano hubiesen sido justos; cuánto los amarían y los venerarían si su mano hubiese sido bienhechora y pródiga en justicia; cuánta admiración y respeto recibirían, si hubiesen devuelto a los dueños ancestrales de este suelo "el usufructo de su risa" y si les arrancasen el llanto que por siglos ha surcado sus mejillas, que el olvido y el maltrato, y el menosprecio y el racismo han hecho que brote... a la par que su justa rebeldía...
¿Qué pasaba por las mentes de esos seres que se aferraban al poder sin importarles los medios para hacerlo? ¿Por qué, una vez que llegaban a él, no se preocupaban por las condiciones de vida de sus coterráneos?
¿Por qué, en vez de arrasar la injusticia, sembraban más semillas de maldad? Nefasta proclividad a lo perverso... ¿Por qué no escucharon las voces sencillas de los estudiantes en los movimientos de l968 y l971? ¿No se fijaron que venían del pueblo? ¿Por qué jamás han escuchado el clamor dolorido por los que desaparecieron?
Quienquiera que no olvide los reclamos del pueblo; quien sea el que poder en mano haga justicia, quien no se llene de soberbia, que con humildad nos hable y tras la humildad encontremos verdad, será admirado, querido, venerado... que recuerde que el poder, es sólo eso, efímero poder.