Comité Eureka

En este espacio se publican los artículos semanales de Rosario Ibarra de Piedra, del Comité Eureka. Se obtienen del diario mexicano El Universal (todos los martes en la Primera Sección). Entre a la página www.eureka.org.mx para conocer la historia del Comité Eureka y los nombres de los desaparecidos por los gobiernos de México.

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Nombre: Comité Eureka
Ubicación: Mexico

martes, agosto 23, 2005

Anheladas cartas...

No cabía de gozo. No estaba sola; yo, que enfrentaba las críticas de familiares, amigos y compañeros por mi "anacronismo", por querer según ellos vivir en el pasado, porque me he negado a sumergirme en ese mar de la "navegación" moderna, del internet, porque adoro mis libros y cuanto he leído en papeles de todos colores y tamaños por más de siete décadas.

Aproveché que tendríamos reunión los familiares y compañeros del Comité ¡Eureka! (algunos de ellos mis críticos), para dar rienda suelta a mi alegría... ¡Con qué gusto les comenté mi hallazgo! Lo maravilloso que me resultó leer en La Jornada: "`Volver a las cartas` intenta rescatar la calidez de la palabra escrita".

Les conté con qué fuerza palpitó mi corazón con el recuerdo de las cartas amadas, que por allí duermen en cajitas viejas de maderas perfumadas, pero cómo sus palabras esparcen en mi mente, la dicha de aquellas primaveras que ya no volverán y el tibio cariño en los fríos inviernos, que también, como las madreselvas y las golondrinas de Bécquer "ya no volverán"...

Atesoro las cartas de mi padre que, como agrónomo que era, trabajaba en el campo, allá en la sierra Tarahumara en donde ni siquiera había correo, pero que me escribía en sus horas de reposo cartas que él mismo, cual moderno Hermes, ponía bajo mi almohada a su regreso, para que las leyera al despertar...

Guardo y sonrío al ver las delicadas tarjetas de mi madre, cuajadas de pensamientos morados y amarillos que ella dibujaba y en los consejos que junto a las flores escribía para mí.

Guardo con inmenso amor recaditos y cartas de quien fue mi compañero por 50 años, del padre de mis amados hijos, que partió hace 12 años por el sendero que no tiene retorno...

Con orgullo leo las cartas que mi abuela Adelaida escribió al Congreso de Nuevo León, para lograr el voto de la mujer... Se le contestó que su solicitud se archivaba por improcedente, pues las mujeres no estaban preparadas para ello.

Cartas, cartas, hermosas cartas, muchísimas cartas escritas en caracteres distintos, con rasgos finos como los de mi tío Virgilio, o grandes, gruesos y a veces ilegibles como los de mi padre... Cartas de familiares, de tíos, de primos, entre las que destacan las de mi amadísima prima Beatriz, además de pariente, amiga entrañable. Preciosa mujer que hizo realidad aquello de que "sabiduría y bondad van siempre de la mano".

Hay en mi tesoro de epístolas cartas de amigos y amigas de la lejana infancia. Fotografías con "dedicatoria", que a veces suelen ser como una carta. Algunas que a mí se me antojan bellas y llenas de dulzura, pero que a otros les parecen almibaradas en exceso e inclusive cursis... en fin, a mí me encanta una fotografía pequeñísima de mi madre, sobre la cual mi padre escribió, con la letra tan fina como pudo hacerla: "Cuando mi pensamiento va hacia a ti, se perfuma". Cómo se reían mis malvados primos cuando la leían, pero al ver la bondad de su tía Concha (mi madre), se ponían serios y callaban...

En una caja de estaño, junto a otros recuerdos, tengo una fotografía que me dedicó Gabriela Mistral y las pocas palabras en ella escritas fueron un invaluable tesoro para mí. Ella era cónsul de Chile en Veracruz y no sé cómo supo que yo tenía una escuelita de declamación que llevaba su nombre. Escribió al reverso de la foto: "Para Rosario Ibarra que me ha dado, sin saberlo, una casa de poesía, agradecida y fraternal", y su excelso nombre.

Me he puesto a recordar cosas idas, cosas del pasado remoto y de las dichas y las alegrías en sus años vividas... pero tengo también en los años recientes un tesoro de epístolas de gente amada, de familiares y amigos.

Cartas de mis hijos que en mi ausencia forzada del hogar me enviaron. Guardo, como si fuera un tesoro, un minúsculo recado en un papel maltrecho que mi hijo Jesús, desde su obligada clandestinidad, me hizo llegar con un amigo, fuera de sospecha de traición, que encontró en la calle. Carta pequeña, carta borrosa por el tiempo encerrada, que me traes el recuerdo imborrable de mi hijo desaparecido... ¡Cuánto quiero cada una de tus letras! Y en la plática reciente con mis amigos, en defensa de mi apego a las cartas escritas de puño y letra, les recordé las 7 mil que recibimos hace tres navidades de integrantes de Amnistía Internacional de todo el mundo, en las que nos animaban a no cejar en nuestro empeño de encontrar a nuestros familiares desaparecidos, a seguir luchando como lo hemos hecho durante más de tres décadas.

Mi punto de vista no ganó, porque la "utilidad" del internet es lo que representa al progreso, pero yo, terca que soy, enamorada de los afectos humanos y del modo más cálido de mostrarlos, seguiré escribiendo "de puño y letra", sobre todo a mis hermosos nietos...

Al concluir la palabra nietos, sonó el teléfono. Me comunicaban que mi prima Beatriz Ibarra murió hace unas horas en Montemorelos, Nuevo León. ¡Cuánto voy a extrañar sus anheladas cartas!

martes, agosto 16, 2005

Se acaba el tiempo

En memoria de los que se fueron: Thelma, Rosita, Manuelita, las dos Alicias, Beatriz, Lucina, Elenita, `La Doña` Varela, Delia y todas y todos los que nos dejaron la tarea de seguir buscando a los suyos… ¡que también son nuestros!.

No hacía mucho tiempo que había llegado al DF. Los terribles días del sexenio de Luis Echeverría se iban de prisa, pero seguían dejando a su paso dolor y llanto en miles de familias mutiladas por la muerte o la desaparición de alguno de sus miembros: un hijo, un padre, hermanas o hermanos, gente con la misma sangre… La sombra oscura de "la noche de Tlatelolco" y el crepúsculo triste del Jueves de Corpus, aún arrancaban lágrimas de pena y de impotencia y sobre ellas corrían como ríos quemantes, los nuevos llantos de esas familias mutiladas. Mi llanto era de esos.

Iba y venía tras el sátrapa; seguía sus pasos a todas horas y atestiguaba lo estéril de sus acciones. Alzando las manos y la voz, gesticulando como histrión, taladraba con su feroz mirada las mentes de quienes le seguían. Daba órdenes "drásticas", que en cuanto se ausentaba eran echadas al olvido.

Busqué a uno de sus hijos y le narré mi historia, El joven atento y conmovido me pidió que le llamara más tarde. Lo hice y me dijo que lo habían regañado "por meterse en las cosas del señor presidente". Una de mis hijas habló con su esposa, doña Esther Zuno, y su respuesta fue que no se podía inmiscuir "en los asuntos del señor presidente", o sea que las desapariciones forzadas, que llevaban a cabo el Ejército, la Dirección Federal de Seguridad y la Brigada Blanca, eran "asuntos del señor presidente"… ¡Más claro, ni la "hermana agua"! Iba a diario a la PGR, a la Secretaría de Gobernación y turnaba las visitas al Palacio Nacional o Los Pinos.

Me sentía más cerca de lo que buscaba en Los Pinos, aquella casa de gusto chocarrero, colmada de equipales, porque allí, en minúsculos cubículos, se amontonaban muchísimos jóvenes que parecían querer servir al pueblo, desde el trocito de poder en el que se encontraban. Pero, ¡oh cruel desilusión! Allí se hacía lo que "el señor" quería y lo que desde la cumbre de su "absolutismo" ordenaba, como comandante supremo de las Fuerzas Armadas, cubierto con el manto de impunidad que su poder omnímodo hizo y bajo el cual cabían todas las atrocidades y perversiones de los que, ciegamente y acorde a sus intereses, actuaban… Siempre confiada en la limpieza de miras de la juventud, visitaba a aquellos licenciados que escuchaban con atención cuanto les contaba. Los recuerdo a todos y de la mayoría guardo recuerdos de gratitud por el interés que me mostraron.

Había uno, muy joven, al que mostré un diario en el que aparecía una fotografía de un hombre muerto en Culiacán, con un sorprendente parecido a mi hijo. "Vaya, señora, vaya a Sinaloa para que se desengañe, porque qué tal si pasan 10 años y no sabe de su hijo"… Sentí frío, un frío espantoso, parecía que por mis venas corrían torrentes de hielo derretido; y fui a Sinaloa… ¡No era mi hijo! La pobre madre me enseñó fotografías del suyo y vi claramente que no era el mío. Yo ya lo sabía porque había observado las manos… aquellas manos de mi hijo, delgadas y finas, de dedos largos, que contrastaban con las del joven arteramente asesinado. Lloramos juntas aquella pobre madre sin esperanza ya y yo con la mía reverdecida por aquel hallazgo que a la par, me alegraba y me llenaba de tristeza, porque mi dicha era la contraparte de aquel dolor sin tregua ni final… A aquella alegría se sumaron otras: que si lo vieron en el Campo Militar Número Uno, que si estaba bien, que si había cerca muchos compañeros, que si ya había pasado lo peor, que ya pronto los juzgarían y los mandarían a Lecumberri. ¡Cuántas palabras llenas de esperanza! Pero nada más. El "señor" se fue; Echeverría dejó aquel "trono" de poder a su amigo López Portillo y las desapariciones siguieron.

Mientras, logramos que se formara con el esfuerzo de 54 organizaciones, un gran frente de lucha: El Frente Nacional contra la Represión, (FNCR). ¡Qué felicidad sentimos! ¡Qué hermoso ver aquella concordia, aquel ramillete de anhelos, aquel mar de consensos! Mientras estuvimos unidos, salieron de las cárceles clandestinas 148 de nuestros desaparecidos; pero al correr del tiempo aquello que se antojaba indestructible, aquel frente de lucha, fue invadido del virus que ha afectado a todas las fuerzas del mundo que pugnan por acabar con la miseria y la explotación de millones, ese horrendo mal que pervierte, que pudre, que mutila y hace que el sendero a la victoria sea largo y difícil… y hasta imposible de alcanzar. ¿Quiénes son dueños de la verdad?

Nosotras, las madres ya viejas, no vamos a esperar a que se pongan de acuerdo todos los que tienen tanto que discutir... Alzando como estandarte los ideales de nuestros hijos, vamos a luchar como empezamos, con uñas y dientes, solas (como tantas veces nos dejaron), porque para nosotras, aunque hemos sembrado para el futuro, el tiempo se acaba.

¿De qué se quejan?

... Los deberes de su cargo consistían en mantener en las casamatas y en secreto a detenidos políticos, de uno u otro sexo, y eso de forma tal que la mitad de entre ellos desapareciera en el espacio de diez años...

León Tolstoi.

No me puedo borrar de la memoria las palabras escritas en enormes caracteres, que cubrían casi por entero el muro exterior de la prisión del Campo Militar Número Uno: "Lealtad y Valor". Allá en l975, en los años del inicio de mi búsqueda de justicia, solía ir al fatídico lugar, porque periodistas honestos de Monterrey me aseguraban que por informaciones "filtradas" en la Policía Judicial del estado sabían que mi hijo estaba recluido allí.

En aquel tiempo no era tan difícil el acceso a esas instalaciones militares, hasta había una ruta de camiones urbanos que entraba y en su recorrido iban bajando a los pasajeros; además, nadie me conocía. Recuerdo con cuánta tristeza y con cuánta esperanza me sentaba bajo un árbol a fingir que leía o a comer cualquier cosa para disimular mi pobre espionaje que ilusa pensaba que me daría la clave que me llevase, como por arte de magia, a encontrarme con mi amado hijo.

Observé a las mujeres que hacían fila para entrar y un día me atreví a acercarme. "Soy madre de un desertor les dije a unas de ellas y supe que lo tienen encerrado aquí...". ¡Y estalló el enojo y fue cayendo como una catarata de plomo derretido el arsenal de palabras de inconformidad que guardaban todas ellas! "No soy de aquí, vengo del norte y no se qué hacer para entrar, porque a otro de mis hijos se lo negaron". No se apure, diga que vive en El Molinito y que viene conmigo, me llamo Emilia, diga que es mi comadre... y así, con el "ábrete sésamo" de aquel compadrazgo solidario de una buena mujer, madre de un soldado, entré y dije llamarme María Rosa Ibarra al celador que anotaba los datos de los visitantes, en su mayoría mujeres; entonces no había esas "cédulas de identidad" que son las credenciales de elector.

Me costaba trabajo almacenar en mi mente todo el acervo de humillaciones y de injusticia que aquellas mujeres narraban, llenas de impotencia, todas heridas, todas desilusionadas de una institución que pensaron que honraría a sus hombres, llamáranse padres, esposos o hijos.

Seguí entrando durante seis meses y seguí viendo injusticias... ¡hasta que me descubrieron! No volví, pero visité mucho tiempo a aquellas familias de soldados mexicanos que tuvieron el desencanto al conocer las entrañas de una institución que les predicaba lealtad y se las negaba a cada instante. Pero, ¿qué esperaba habiendo leído las terribles historias de Madera y del 2 de octubre de 1968?

En aquel hermoso pueblo de Chihuahua, tras la muerte de los valientes jóvenes seguidores de los ideales de Ricardo Flores Magón, el entonces gobernador Giner Durán dijo ante todo el pueblo: "¿Querían tierra?, pues entiérrenlos sin caja y bocabajo, para que traguen tierra hasta que se harten". Y qué esperar de Díaz Ordaz en l968, cuando insultó al mundo con aquello de que "fueron unos cuantos", como si una sola muerte en semejantes condiciones no fuera delito.

En estos días en que leo en la prensa la "queja" de "los altos mandos" del Ejército por la deserción que sufren y por el "involucramiento" de los "Gafes" en el narcotráfico, he recordado mucho las lejanas lecturas que de Tolstoi hacía, allá cuando pensaba que solamente el ejército de los emperadores rusos era capaz de atrocidades... ¡qué va! Es increíble la similitud entre aquellos y estos.

El "viejo general" encargado de las prisiones de aquellos desaparecidos, rapaba mujiks y les vestía de soldados al mismo tiempo que los armaba de fusiles con bayoneta calada para que "fueran a matar a millares de personas del país, que defendían sus libertades, sus casas y sus familias".

¿Cómo inculcarle hoy a los jóvenes soldados, reclutados, "cooptados a la salida de las estaciones del Metro, un sistema de valores que comprende: honor, honradez, espíritu de sacrificio, disciplina, lealtad y amor a la patria"? ¿Cómo hacerlos comprender la odisea de "los Niños Héroes", cuando los mandan a que reciban "instrucción militar de élite" en Fort Briggs, EU, "con la encomienda de combatir el alzamiento de los zapatistas y otros grupos armados"?

¿Cómo hacerles entender que ese "amor a la patria" es matar a estudiantes en manifestaciones pacíficas, romper huelgas, asesinar a dirigentes campesinos con toda su familia, como a Rubén Jaramillo?

¿Cómo explicarle a la tropa y a los oficiales honrados la brutal represión que llenó los sótanos del Campo Militar Número Uno de valientes jóvenes que sí sabían lo que era el espíritu de sacrificio? ¿Cómo explicarles a los soldados la tortura en complicidad con los sanguinarios civiles de la Secretaría de Gobernación, que entraban con su carga doliente por la Puerta Número Ocho a dejarla maltrecha en los oscuros sótanos del "túnel del radio" o cerca de la biblioteca?

Después de todo esto y de lo que no cabe en este espacio, lo único que si cabe preguntar al Ejército es: ¿de qué se quejan?

viernes, agosto 05, 2005

Escuela del crimen

Que me lo digan en mi cara.
Miguel Nazar Haro.


Las páginas de los diarios estaban llenas de noticias de las llamadas espectaculares; el "despegue" del transbordador Discovery en Cabo Cañaveral; la "exoneración" del ex presidente Luis Echeverría; "el preludio de guerra por agua" en el valle de México o que si EU "ve insuficiente el combate a la violencia"… y por allí, un poco más abajo, con una foto chiquita de Nazar Haro una de sus frases: "No hubo crímenes", en referencia al 68, al 71 y a lo que llaman guerra sucia, tomando las palabras de Videla, el siniestro militar argentino que llamó así a la guerrilla de ese país.

Curiosamente, no, no curiosamente, sino en clara y evidente concordancia con lo que pensaba el asesino del país suriano, Nazar Haro, enojado porque piensa que llaman guerra sucia a lo que hacían él y la Dirección Federal de Seguridad (DFS), afirma que lo sucio fue todo lo hecho por los jóvenes que tomaron las armas, lo de ellos, los de la DFS fue en "servicio a la patria"… El hombre se queja a mares de lo que de él se dice; repite una y otra vez que él no es malo y cuando se le dice que "lo señalan como torturador", contesta enfático: "Que me lo digan en mi cara", y agrega: "¿Dónde te maltraté y cómo te maltraté?".

En medio de este océano de impunidad; en estos tiempos aciagos del gobierno mal llamado "del cambio". En esta etapa del sexenio plagada de mentira y simulación, de cinismo y escarnio para el pueblo de México, las palabras de Nazar Haro son pálido reflejo de las del titular del Poder Ejecutivo federal, son a la par, como un eco de satisfacción, lo esperado por todos los responsables de los crímenes que enlutaron miles de hogares: la impunidad completa, tras el ya inocultable pacto del Presidente con el Ejército y con las fuerzas más oscuras de los sexenios anteriores… En el amplio reportaje de EL UNIVERSAL, Nazar afirma: "Me quieren juzgar por la vía maldita". Desconozco en absoluto lo que quiere decir con ello; él de seguro debe de saberlo como buen servidor que fue del priísmo y como cómplice de todos los ilícitos por sus gobiernos cometidos, los gobiernos hipócritas que se comprometieron a "cumplir y hacer cumplir la Constitución" y que fueron los más contumaces violadores de ella; los que con premeditación alevosía y ventaja (la ventaja que les daba el poder) secuestraron, escondieron en cárceles clandestinas inexpugnables, torturaron y asesinaron a cientos de jóvenes… si no es que a miles… "¡Que me lo digan en mi cara!", dice Nazar en el reportaje. ¿Cómo se lo va a decir en su cara Sofonías González Cabrera, muerto en las instalaciones de la DFS, por estallamiento de vísceras, por la brutalidad de los golpes recibidos?

Domingo Estrada Ramírez, un valiente joven guerrerense, dejó testimonio de este crimen y de las torturas por él recibidas junto a Sofonías. El cadáver de éste nunca fue entregado a sus familiares. A Domingo lo mataron meses más tarde y por más gestiones que hizo uno de sus hermanos, jamás entregaron su cuerpo.

La ONU conoció estos casos; personalmente se los llevé a Ginebra y al igual que el gobierno mexicano, nada hizo al respecto. Nunca más volvimos a creer en ese organismo internacional, cuyas siglas para nosotros son OGU, es decir: Organización de Gobiernos Uni-dos, ajenos a los pueblos, totalmente desvinculados de sus anhelos y aspiraciones y en sometimiento a los poderosos… sobre todo, a los belicistas de Norteamérica, a los que hacen guerras por negocio y mandan a la muerte a miles de jóvenes… ¡jamás acudiremos a ellos! "¡Que me lo digan en mi cara!"… ¿Cómo se lo van a decir Ignacio Olivares Torres y Salvador Corral García? Sus cuerpos destrozados con saña fueron lanzados como fardos inservibles en luga-res "visibles". Ignacio en Guadalajara y Salvador en Monterrey. Testigos dicen que a Salvador lo arrojaron de un "auto de lujo" en la colonia Fuentes del Valle… repito ¿Cómo se lo van a decir en su cara?

"¡Que me lo digan en mi cara!"… ¡Caray! ¿Cómo se lo van a decir en su cara Ignacio Salas Obregón, José de Jesús Corral, Jacobo Gámiz García, Javier Gaytán Saldívar, César Yáñez Muñoz, Rafael Ramírez Duarte, Juan Chávez Hoyos, Benjamín Maldonado Santos, Irma Cruz Santiago, Víctor Pineda Henestrosa, Candelario Campos Ramírez, Austreberta Escobedo Ocaña, Juan Carlos Mendoza Galoz, Pedro Ignacio Cortés Gutiérrez, José de Jesús Ávila González, Delia Cira Morales, Constanza Caraballo Bolín, Jacob Nájera Hernández, Inocencio Castro Arteaga, Jaime López Sollano, Teresa Estrada Ramírez, Luis Armando Cabañas, Teresa Torres de Mena, José Barrón Caldera, Carlos Benavides Alcocer, Epifanio Avilés Rojas, Carlos Alemán Velásquez, Victoria Hernández Brito o mi hijo, Jesús Piedra Ibarra, o cualquiera de los 557 desaparecidos de la lista que dejamos en manos del Presidente de la República?

¿Cómo se lo podrían decir desde celdas clandestinas? ¿Quién se atrevería a dudar que lo que pasó en esa época no fue terrorismo de Estado? ¿Habrá quien dude que lo que hoy pasa en el país no es resultado de aquella violencia oficial que sirvió como escuela del crimen?

"Gente desechable"

Estaba hastiada, cansada, triste, ante la vorágine de competencias, de chismes, de verdades que se antojaban engaño y de mentiras que de ser verdades serían funestas para el pobre y sufrido pueblo de mi patria. Me dolían a la par cuerpo y alma, el uno cansado y con el sobrepeso de los años, y la otra atenazada por seis lustros de angustia y de la rabia que se acumula ante la injusticia repetida sexenio a sexenio. El repicar del teléfono me sacudió...

Me llamaba de Monterrey Claudia, mi hija menor, para invitarme a que los encontrara en Guanajuato, pues uno de mis nietos participaría en un evento de carácter medieval; toca la gaita y estaría allí con un grupo formado por él y sus amigos que tocan flautas, tambores, panderos y hasta diminutas campanas de bronce y de cristal, que le dan un bellísimo sonido a las melodías de pretéritos siglos, además de la fuerza y la jocundia de su juventud.

Acepté y temprano el viernes me encaramé en un autobús de asientos cómodos que me llevaría en cinco horas a la hermosísima ciudad colonial de Guanajauto, capital del estado en donde se inició la lucha por la Independencia.

Trataba de dormir para reponer las horas que me hicieron falta pero la imagen de un Alejandro el Grande en una pantalla frente a mí me lo impedía. Rechacé los auriculares y sólo contemplaba las gesticulaciones grandilocuentes (valga la expresión), de un actor joven que de seguro no conocía la historia del macedonio... pero en fin, abrí la cortinilla de la ventana y durante todo el trayecto contemplé la belleza del campo mexicano y pensé con dolor en los que han emigrado y han encontrado la muerte en los desiertos inclementes del norte, porque los que "gobiernan" este país les han fallado en todo.

Ya me esperaban en el hotelito pintoresco en donde encontraron alojamiento, y almorzar, caminar por los vericuetos de calles y callejones y subir y bajar escaleras, fue la tarea del resto de la mañana.

Por la tarde el acto precioso, multicolor, de los jóvenes ataviados con atuendos de aquellos siglos, con estandartes, banderas, tambores, espadas, danzas y cánticos, acrobacias, gritos de júbilo y aplausos, muchos aplausos.

Se hinchaba mi pecho de gozo al escuchar al gaitero, a mi nieto Alexis, que sacaba sonidos nórdicos antiguos a su bella gaita de terciopelo verde esmeralda y que además cantaba en noruego, en francés, en alemán y en latín, viejas canciones de los siglos IX al XIII de esto que llamamos humanidad.... "me astillé las manos de aplaudir", me dijo otra abuela orgullosa, mientras yo enjugaba mi llanto pensando en el hijo ausente que tanto amaba la música... y que estoy segura se hubiera sentido feliz si hubiese podido escuchar a su sobrino...

Al día siguiente, la visita obligada a las momias de Guanajuato. Fui con ellos para complacerlos, pero el recuerdo de la primera vez que las vi me puso triste.

Hoy no están como antaño, de pie, al alcance de la mano que algunos depredadores, hasta de la muerte, en algún momento trataron de quemar. Hoy "descansan" en catafalcos de cristal, estos pobres que fueron exhumados para que otros pobres muertos ocuparan sus lugares.

Los ricos aún yacen en las tumbas de las que fueron sus enormes haciendas, o en los templos apapachadores de los poderosos, bajo lápidas de mármol o preciosa cantera verde en La Valenciana, el templo de San Cayetano que muestra en sus altares el prodigio de la riqueza que sólo usufructuaron unos cuantos...

Mientras contemplaba aquellos despojos que la tierra pródiga de Guanajuato conservó, pensaba en la futilidad de los afanes de quienes acumulan una riqueza que no podrán acabarse así vivieran tres siglos.

Pensaba también en las palabras acerbas de las críticas tiñosas revestidas de envidia de no pocos de los que dicen luchar por el bien de todos, que se han acercado a todos los "movimientos" y que, una vez logrado lo que quieren, los dejan porque los consideran "luchas coyunturales" y arrojan lejos a quienes han aportado algo, por mínimo que sea, al avance de lo que ellos hacen y convierten a muchos seres bondadosos y leales en "gente desechable"...

Algunas veces, cuando algo se les ofrece, los "reciclan", por bautizarlo de alguna forma para de pronto lanzarlos de nuevo lejos, con esa su soberbia, para muchos, ya inocultable...

A mis 78 años y medio es prudente pensar en lo que fuiste, lo que eres y lo que serás... y allí vi con la claridad que dan los años y la mitad de una vida llena de dolor, pero sobre todo con la conciencia tranquila y con las convicciones firmes, que moriré en la lucha intransigente por la justicia, revestida con la dignidad que heredé de mis ancestros y la que siempre tuvo mi hijo desaparecido... aunque algunos nos ubiquen en el rubro de "gente desechable".

PD. En memoria de Esther Ballestrino, María Ponce y Azucena Villaflor, valerosas mujeres, Madres de la Plaza de Mayo, que después de 27 años de haber sido asesinadas siguen alzando la oriflama de su dignidad, como ejemplo para todos los que poblamos la Tierra.

Ultraje a las bestias

Creo que podría irme a vivir con los animales, son tan plácidos y cabales, que podría sentarme a mirarlos largamente; no me molestan discutiendo sus deberes ante Dios y ante sus semejantes, ninguno es respetable ni infeliz en toda la Tierra...
Walt Whitman

¡Qué bárbaros, qué animalada cometieron!, decía una vecina norteña mientras leía temprano el periódico. No sabía yo qué cosa encontró en el diario que le turbó de tal modo y la hizo lanzarse con furia contra los perpetradores del hecho, a los que quiso insultar con un calificativo por demás soez, para los integrantes del llamado reino zoológico...

Lo que la sacó de sus casillas fue el relato de las "atrocidades" de los que se inmolan, de los que se atreven a sacrificar su vida, con tal de acabar con los que invaden sus hogares.

Sobra decir que no le pregunté, porque ella se adelantó a darme una explicación larga y detallada de lo "perros que son esos malditos", que "si se quieren matar que se maten solos y ya".

La dejé tras escuchar su perorata discriminadora y racista que me molestó muchísimo pero no le repliqué porque hay cerebros en cuyas sinuosidades enraizan ciertas "ideas" que jamás se logra extirpar... y por aquellos rumbos abundan...

A mi vez me senté frente al jardín de mi otrora feliz hogar, a escuchar el tintineo de la lluvia bienhechora que parecía pulir las esmeraldas de los follajes y a aspirar el aire fresco, con olor a tierra mojada que me llena la memoria de las dichas infantiles que aún atesoro.

No sabía qué diario leía la "vecina-distante" (perdón, amigo Alan Riding), pero tenía a mano todos los de la semana y empezó mi búsqueda...

Qué cosas habría entre sus páginas que hacía a mi vecina mover la cabeza y decir ¡bestias! ¡asnos!, "güeyes" y no sé cuántas palabras más que tenían que ver con los animales tan despreciados por la pobre mujer, la que no sé si por "exceso de enojo" o por algún grito del marido, lanzó el periódico lejos y se internó en las "sinuosidades" de su casa.

Yo seguí leyendo y a medida que daba vuelta a las páginas, un nudo de angustia y de dolor, de vergüenza y de ira me apretaba la garganta...

Pero no invocaba a los animales para calificar aquella inmundicia o como se pudieran bautizar los actos que se relataban, porque no es bestia quien "confiesa" que en el caso de la niña violada y asesinada "el cuarto cómplice" confesó que él "únicamente metió el cuerpo en un tambo y lo llenó de cemento para que no lo encontraran".

¡Esto no lo hacen los animales! Más adelante leí acerca de las "hazañas" ordenadas por el presidente Bush... por favor, no se les ocurra decir que es un animal, porque los ofenderían, como los ofendieron cuando llamaron "gorila" a Pinochet y a Díaz Ordaz y a los torturadores, asesinos, lastre inmundo de la humanidad, vómito del averno, heces de los que han usurpado el poder que a los pueblos corresponde por derecho...

Y seguí leyendo y mis ojos cansados se resistían al reposo y mi ser todo pedía conocer más de lo que a la pobre vecina molestaba, que era muy otro de lo que a mí me incendiaba las entrañas... ¡Tan distinto lo uno de lo otro! ¡A ella no le dolía el alma como a mí! Y tampoco entendía que ningún animal pudo llevarse a mi hijo al Campo Militar Número Uno para que le llamáramos desaparecido...

Y se me encrespó la ira cuando leí lo desde mucho tiempo conocido: el asesinato de tres madres de la Plaza de Mayo, que no fue hecho por ninguna bestia sino por los "milicos", por el odiado ejército de Argentina.

Y seguí leyendo y llegué a algo que si no fuese tan terrible y tan perverso, movería a risa, a carcajada batiente: la "posibilidad" de canonizar al cura pederasta Marcial Maciel... porque, ¡pobrecito él!, lo han difamado, le han levantado falsos, según dicen algunos obispos y un "curita" que pensábamos que sería congruente con lo que nos leía del Evangelio hace años... pero las bestias no hacen "eso", ni lo hecho por Maciel, ni lo que expresó este "justificante" señor cura.

Dejé los periódicos y me fui a la computadora a pedido de uno de mis nietos que encontró un mensaje de un entrañable amigo: palabras de Adolfo Pérez Esquivel en una carta a la señora Hilda González de Duhalde, candidata a senadora a la provincia de Buenos Aires.

Esta señora (que no es una bestia) pide al presidente de la hermana nación "que deje el pasado a los historiadores". ¡Claro que esta dama no es animal! Los animales, las bestias, son de otra índole y jamás "pensarían" semejante tontería... Nosotros, familiares de los desaparecidos políticos mexicanos, jamás equipararíamos a los funcionarios del gobierno y del poder con una bestia, ni a los Nazares, ni a los De la Berreda. Los animales no torturan.

Nosotras, las madres, hemos escrito alguna vez: "Seguiremos defendiendo a nuestros hijos como leonas". Pero llamar "animaladas, bestialidades" a hechos cometidos por lacras de la especie humana (a despecho de la escala zoológica), sería un ultraje a las bestias.

Olas de hipocresía

La estupidez, el error, el pecado, la mezquindad, ocupan nuestros espíritus y minan nuestros cuerpos… Nuestros pecados son tercos y nuestros arrepentimientos cobardes…
Charles Baudelaire.

Todo empezó por la enorme fatiga que se me había ido acumulando; me sentía desfallecer al bajar del avión en Monterrey, en medio de aquel calor infernal. Llegar a la casa de una de mis hijas y aventar lejos la ropa que la mañana fresca del DF me obligó a usar fue todo uno. Luego, tumbarme en una cama y tratar de leer el primer libro que encontré a mano para que según pensé me ayudara a caer en un pronto sueño.

El razonamiento de un nieto me hizo cambiar. "No abuela, no leas, porque ya te conozco, te `picas` y no paras hasta que lo terminas, mejor prendo la tele y con una peliculita zonza caes de sopetón, como tú dices, en brazos de Morfeo". Pero la película no resultó sosa, era una crítica acre, dura a la pena de muerte y el sueño huyó despavorido, pues la trama pintaba con realismo el abominable crimen colectivo que tal acto requiere en estos tiempos llamados de la modernidad. Era la muerte suave, blanda "compasiva, humanizada", la terrible "inyección letal", en cuya aplicación tantos intervienen. ¡Hasta un sacerdote!, que va en pos del condenado, guarnecido con la "sagrada" estola y crucifijo en mano (entonces, el enorme Tolstoi se aposentó en mi mente). ¿Qué no piensan quienes asisten a tales "ceremonias" que allí se comete una escandalosa blasfemia y una burla sangrienta hacia aquel, que en infamante cruz argentina dicen traer los oficiantes de su culto, esos engañosos e hipócritas, falsarios "representantes" del maestro y esparcidores de su fe…? ¿En dónde quedaron las enseñanzas del crucificado? ¿Olvidaron que Él había dicho no sólo que no se juzgara a los hombres sino que no fuesen encarcelados, ni martirizados, ni degradados y que no se les infligiese suplicio alguno?

¿Qué es lo que pasa en un mundo en el que lo que se puede ver en la televisión, los atentados, producen horror y lo que en ella no se retrata no parece tomarse en cuenta, como los saldos sangrientos de la guerra?

¿Qué mundo ingrato es este que solapa a los Pinochet y a sus émulos? ¿En qué planeta vivimos? Es terrible, pero en el nuestro se ha iniciado ya el "proceso de beatificación" de un papa que puso el "cuerpo de Cristo" en la boca del asesino chileno de horripilante memoria… Y, ¿qué decir de los "criollos"? (que así se suele llamar a los nacidos en este suelo que tanto aprendimos a amar). ¿Cómo expresar la pena que nos causaron los que se acercaron a los poderosos sanguinarios? A los "Dorian Gray" de guayabera, que llenaron nuestros hogares de dolor infinito y que hoy, gracias a la rampante simulación que nos agobia, se irán, tal vez (pobrecitos) a sus hogares, a sus cómodos "arrestos domiciliarios".

Y para no estar "fuera de tono" en estos días aciagos, ¡sí! En estos días tremendos de hipocresía rampante, de simulación sin límites en los que muchos se califican de revolucionarios, "de izquierda" y se olvidan de la memoria de los ofendidos, de los olvidados, de nosotros los que sentimos la tristeza inconmensurable de saber a nuestros hijos y compañeros a merced de los torturadores y asesinos hoy protegidos por las "benévolas" leyes que aprobaron por "unanimidad" en sus cámaras… Parece que hacen caso omiso de la historia de este pueblo. Se olvidan, en su afán de parecer radicales, que pensamos que la única izquierda que aún pesa es la del magonismo y la de sus seguidores de Madera y la de los que sufrieron prisión por la justeza de sus luchas, como el viejo Valentín Campa, tan diferentes a los de este tiempo, que se entrelazan en "corrientes multicolores", en apoyos convenencieros; hoy, en el zafarrancho colectivo de todos contra todos; hoy, en que hasta los más humildes y sencillos lanzan denuestos contra los que siempre los han respetado y querido, duele el alma… duele mucho… y suelen decir las compañeras madres de los desaparecidos: ¿y para llegar a esto lucharon nuestros hijos? Y sienten, y sentimos todas, el peso de los años que cargamos y el otro, el de los 30 años de lucha contra el olvido y la mentira... por justicia para los nuestros y por la libertad que les deben… contra la infamia de la simulación, contra el "derecho de pernada" que parecen darle los simuladores de todos los organismos que dicen contender en este "palenque" en los tiempos que se aproximan a los malévolos usurpadores de todo, a los que se sienten poseedores de nuestro destino y de nuestra existencia… ¿Qué creen que se siente, cuando algunos de los que se dijeron cercanos a los bellos jóvenes que "optaron por las armas" ante la cerrazón del gobierno hoy parecen decir "si te vi no me acuerdo"? ¡Ah pero eso sí, queremos puestos públicos! ¡Tenemos derecho aunque vistamos sotanas! ¿Les encuentran, amables lectores, algún parecido, aunque sea ligero, con Aquel que tenía "una almena de luz sobre la frente"? ¡Claro que no! A estos los veremos moverse entre olas de hipocresía…