Comité Eureka

En este espacio se publican los artículos semanales de Rosario Ibarra de Piedra, del Comité Eureka. Se obtienen del diario mexicano El Universal (todos los martes en la Primera Sección). Entre a la página www.eureka.org.mx para conocer la historia del Comité Eureka y los nombres de los desaparecidos por los gobiernos de México.

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Nombre: Comité Eureka
Ubicación: Mexico

martes, diciembre 27, 2005

¡Peor que aquello!

Fue hace muchos años, allá cuando algunas compañeras vivían los primeros tiempos de las desapariciones de sus hijos, hermanos o esposos y lloraban a raudales sus ausencias, mientras que muchas otras, entre las que me cuento (sofocando las lágrimas), inventábamos sin sosiego acciones en las que se hiciese denuncia de lo que seguía pasando y que se inició cuando Luis Echeverría Álvarez (LEA) era secretario de Gobernación.

Malhadado día aquel l8 de mayo de l969, cuando un general de nombre Miguel Bracamontes y un mayor (tocayo de Santa Anna), Antonio López Rivera, detuvieron, en Coyuca de Catalán, Guerrero, al maestro Epifanio Avilés Rojas y ordenaron, frente a innumerables testigos, que fuera conducido al Campo Militar Número 1 (lugar que debería avergonzar al Ejército). Aciago día, en el que se inició la práctica infame de la detención-desaparición, que hacía brotar -como ya dije- raudales de lágrimas a muchas compañeras que apenas se iniciaban en lo cotidiano de ese dolor.

Aquella mañana de diciembre, hace ya muchos años, ellas lloraban. y los niños, hijos de los desaparecidos, con los ojitos bañados de azoro, parados frente a la puerta principal de catedral, cargaban con sus manitas frías, una manta que decía: "Queremos a nuestros padres esta Navidad". A sus pies, una alfombra de flores de Nochebuena trataba de restarles tristeza y un enorme cirio alzaba su llama que hacía coro a nuestra frase: ¡una luz de esperanza por los desaparecidos! Y nuestro pensamiento entero se teñía de verde.

-¡Sí, esta noche se ablandarán sus corazones!- decían algunas almas buenas en nuestras filas. mientras las horas desfilaban con sus pasitos de minutos. y nada de lo soñado acontecía.

Iniciamos el acto cuando el sol caía a plomo en las baldosas de la catedral y un viento helado se nos incrustaba, hermanado al dolor, en medio del pecho.

Los niños, con un estoicismo nacido del amor a sus padres, soportaban sin queja alguna aquello que creían se los iba a devolver. El viejo reloj de la catedral parecía devorar las horas y la tarde llegó oscura y con malos presagios. ¡Cuánto me dolía ver a los niños, que en lugar de anhelar juguetes y golosinas, aprendían tempranamente lo que es la injusticia! Sufría al verlos esperanzados y el pensar en el dolor que les causaría la ceguera de los poderosos, su soberbia y su crueldad. ¡No liberarían esa ni otras noches a nuestros seres queridos!

La noche asomó con su manto de estrellas y al contemplar su belleza, la esperanza inundó de nuevo aquellas almas párvulas, ávidas de amor, hambrientas de caricias y de ternura. Pero lo soñado no llegaba. en lugar de ello, como a las 11, cuando la fatiga y el sueño empezaban a vencer al estoico grupo, un policía, todo genuflexiones y zalamerías, se acercó para hablar -dijo- a nombre de sus compañeros "que veían por nuestra seguridad", para pedirnos que nos retiráramos, porque ellos "como ustedes comprenderán" -nos dijo- querían ir a cenar con sus familias.

El asombro atajó nuestro llanto; la ira de momento detuvo el dolor. pero la levadura que llevamos dentro, heredada desde hace muchos años, nos hizo sentir conmiseración por aquellos humildes hombres que -a decir verdad- no eran los causantes de nuestra pena sino, en alguna medida, víctimas del mismo mal gobierno que violaba todas las leyes. y que sus integrantes, para esa hora, ya estarían -ellos sí- "festejando" la Navidad, fatuos, engreídos, sintiéndose intocables en su pedestal de poder, cargando sin sentir culpa, el fardo enorme y terrible de sus crímenes y de su abyección. Tristes, muy tristes, iniciamos la retirada. Los niños, con parsimonia solemne, cual si fuese un ritual, doblaron la manta como se dobla una bandera amada y la colocaron en una de las mochilas que llevaron con su ropa de abrigo, que ya para entonces cubría sus cuerpecitos. Lentamente nos fuimos todos a mi casa, en donde se decidió pasar la noche juntos. (¡Por aquello de la esperanza. !)

En el trayecto, recargada en uno de los vidrios de la ventana del coche, con un pequeño dormido en mi regazo, pensaba en aquel hijo que tantas veces cargué y arrullé, como lo hacía en ese momento con aquel niño, hijo de otro desaparecido que -tal vez- compartiría un trozo de prisión con él.

Alguien habló de la dureza de las almas de los gobernantes; alguien más dijo que lo que llamamos almas en ellos no puede ser otra cosa que intereses, mezquindad, carencia absoluta de caridad.

Yo traté de abstraerme, de no pensar sino en la dulzura del tesoro de los recuerdos de mis tiempos de dicha. ¡Ilusa! La realidad del presente me corroía el alma, pero terca que soy, volví mi mente al pasado. y terminé pensando en don Quijote de la Mancha. Recordé con nitidez mis tiempos de colegiala, mi clase de literatura en la secundaria, cuando mi querida maestra Adriana García Roel nos ponía a leer en su presencia los "clásicos españoles". ¡qué tardes tan hermosas! ¡Cómo me llenaba de orgullo la sonrisa de sus ojos "color de miosotis", cuando aprobaba mi lectura, el énfasis que le daba, la entonación y la "exégesis" que al final era mi obligación hacer de todo lo leído. y pensé en aquellos "desdichados que mal de su grado los llevaban donde no quisieran ir.", que el ingenioso hidalgo liberó, porque vio injusto que los llevaran a galeras, por 10 años. "muerte civil" llamaban aquella pena, que les quitaba todos los derechos. Y "cantar en el ansia" era lo peor que pudiera suceder a los galeotes, significaba hablar en el tormento del agua.

¿Qué ha cambiado de entonces a hoy? ¡Mucho! Puedo responder... ¡lo de hoy es peor que aquello!

martes, diciembre 20, 2005

¿Cuál justicia?

Me llegó como un venablo de la memoria y se me clavó en la mente con terquedad inaudita. Sí, tras leer las declaraciones del señor ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, don Mariano Azuela Güitrón, en las que manifiesta su disgusto por la "salida política" que se le dio al asunto del desafuero de Andrés Manuel López Obrador, se me incrustó en la mente una frasecita que leí no recuerdo dónde, hace mucho tiempo. Decía algo así como que "aceptar la ley como escrita, equivale a confundir un ideal con la realidad".

También recuerdo que decía por allí que "la verdad de la ley descansa más en la macana del policía y sobre los prejuicios del juez local que sobre los códigos escritos". Así eran las frases, me atengo a mi memoria visual, aunque voy a tratar de encontrar el libro en el que las leí.

Me caló hondo el disgusto por las expresiones del ministro, porque en los casos dolorosos de nuestros desapare-cidos, a lo largo de 30 años, ni esa llama-da Suprema Corte de Jus-ticia de la Nación hizo siquiera una brizna de justicia, ni la llamada Procuraduría General de la República nos "procuró" algo que no fuera engaño. Tras el horror desatado por el gobierno, donde todo fue hecho en la más absolu-ta ilegalidad, en donde "la macana del policía" era juego de niños y los "prejuicios del juez" no existían. ¿Cuáles? ¡Si jamás hubo juez alguno!

Si los secuestraron y los condujeron a cárceles clandestinas. Si la tortura que hoy parece asustar a los pueblos del mundo era el ejercicio preferido de los monstruos que formaban la Dirección Federal de Seguridad (DFS). Si su diaria tarea era dar rienda suelta a sus instintos criminales en obediencia a los mandatos igualmente asesinos de sus superiores, que llegaban desde la misma Presidencia de la República.

¿Cómo encauzar en los caminos de la ley algo que se había hecho fuera de ella, a espaldas de la misma, en violación flagrante a todo lo escrito y claramente establecido en la Constitución?

Nosotros, madres, esposas, hijas y todos los demás familiares, luchamos siempre por un acto de justicia, que ni ministros, ni procuradores nos dieron. Fuimos a todos esos lugares a los que relacionan con ella. Buscamos con ahínco el resquicio por el cual introducirnos a desentrañar el misterio de su ausencia. ¡Y lo teníamos tan cerca!

Los malos gobiernos la secuestraron también, al igual que a nuestros familiares. Sólo sin ella se sentían seguros, fuertes, dueños de todo y de todos. Con un gesto daban a sus esbirros la orden sin fundamento jurídico que tan bien sabían ellos cumplir. ¡Justicia! ¿Cuál justicia? ¿Para qué nos sirve? Parecían decir en cada uno de sus actos.

Fue entonces cuando por vez primera escuchamos eso de la "salida política". Nos escocía el alma aquel par de palabrejas "salida política". ¿En qué consistía? Y pronto nos llegó la explicación. Nos dijeron que todos los "entuertos" de un gobierno tienen que enderezarse de alguna manera y que una de ellas es la "decisión política". Que tal decisión haría posible la "salida", el ocaso, el borrón de cualquier "entuerto", por grave que hubiera sido.

Fernando Gutiérrez Barrios, un "hombre del sistema", según se calificaba a sí mismo, fue más explícito.

Él nos dijo que el asunto de los desaparecidos fue una "decisión política de muy alto nivel" y que solamente una decisión semejante podría darle salida positiva.

Nos dimos a la tarea entonces de luchar por esa famosa "decisión política" y esperábamos tener éxito, como lo tuvimos en la lucha por la amnistía que arrancamos a José López Portillo. pero solamente logramos rescatar con vida a 148 compañeras y compañeros que estuvieron por largo tiempo en los sótanos del Campo Militar Número Uno, en "el túnel del radio".

Aún nos faltan 557 compañeros, muchos de los cuales fueron vistos vivos en esas prisiones infames, que nada tienen que envidiar a las que hoy aterrorizan a millones de seres humanos en todo el orbe.

El presidente Fox tiene la lista completa, se la entregamos poco tiempo después de que tomara posesión y probablemente pensó que al igual que los que le antecedieron, podría salir limpio del asunto, tan sólo con dar forma a ese ente engañabobos de nombre largo y de alcances nulos que es la llamada Fiscalía Especial. y no sé cuántas cosas más del pasado.

Mal asunto, no lo va a salvar de pasar a la historia como cómplice de los perversos, además de lo que se le ha ido acumulando en represión, en ilegalidad y en otros renglones de su diario quehacer.

Al igual que los anteriores presidentes de México, se ve (como se vieron ellos) supeditado a los designios de un poder que los cubre y al que obedecen ciegamente, o al que son proclives y el servirles les procura satisfacción.

Ambas cosas son malas para alguien que está en el sitial más alto de una nación y sobre todo para él, que hizo confiar a millones de mexicanos en la bondad y la rectitud de sus actos futuros y que le dieron su voto (yo no). Me pareció diferente su táctica pero similares sus fines.

Lamento haber tenido razón. ¡Cómo me hubiera gustado equivocarme! Qué hermosa hubiera sido una "decisión política" en los casos de los desaparecidos. ¡Cuánta dicha el recuperar la legalidad! ¡Cuánta tristeza el que aún tengamos que decir: ¡Justicia.! ¿Cuál justicia?

martes, diciembre 13, 2005

Pruebas del horror

¡Qué dolor aquel! Aún lo siento, la herida sigue abierta y aún sangra; no ha habido cura tan siquiera para amenguar la pena. Más de 30 años han pasado y la injusticia sigue empecinada, maligna y obtusa.

El abril florecido y fragante de aquel año se ensombreció de pronto y un frío jamás antes sentido me invadió el cuerpo y dejó mi alma yerta. Desde hacía dos años los espías rondaban mi casa. No muy lejos, su oscura y amenazante presencia podía sentirse. Torvos y malhumorados, en carros sin placas y las metralletas sobre las rodillas, pasaban las horas del día y de la noche, con descaro inaudito, frente a los hogares de vecinos y amigos.

Un día, con estupor y miedo, dejamos de verlos. Su presencia me decía que buscaban a mi hijo, que esperaban que llegara a ver su padre que convalecía de la tortura que un año antes había sufrido, de manos de aquellos infames.

Su ausencia era mal presagio, era para mí el aviso de que lo tenían en sus manos. y no tardé en comprobarlo. El 30 de abril de l975, el periódico El Norte de Monterrey, daba cuenta de los hechos. Bajo el encabezado: "Cae Piedra Ibarra", narraba la forma en que fue detenido el día l8 del mismo mes, en céntricas calles de la ciudad.

¡Y empezó para mi familia entera el horror! Pero empezó también el "qué hacer". Repartimos tareas. Ni ricos ni pobres como éramos, vivíamos del trabajo honrado de mi esposo, médico de tiempo completo, para mí y para muchos de sus pacientes, verdadero apóstol de la medicina por su dedicación, su altruismo y su trato amable y bondadoso. Él se quedaría en el hogar, a cuidar a los otros tres hijos y yo viajaría al Distrito Federal, a buscar la justicia que en el estado nos negaban.

Agotamos -como suele decirse- las instancias en Nuevo León. Un prepotente gobernador, con doctorado en Derecho en la Sorbona, se atrevió a decirme: "Su hijo no es una mansa palomita", cuando le pedí que intercediera para que lo presentaran ante autoridad competente.

Fue el mismo que antes, siendo procurador de Justicia en la capital del país, acuñó aquella frase lapidaria: "Hay policías ilegales, pero necesarias".

Ya murió, se llamaba Pedro G. Zorrilla Martínez. (En paz descanse). Hay quienes dicen que no se debe de hablar mal de los muertos. Yo no hablo ni escribo mal sobre ellos, escribo lo que él dijo y además lo dije cuando vivía y se lo reclamé a no más de medio metro de distancia y ni él, ni otros "prominentes" juristas, "doctorados en derecho", que han ocupado los puestos más encumbrados en la judicatura del país, han querido hacer justicia.

Por el contrario, se han colocado al lado de los titulares del Poder Ejecutivo federal, que han roto lo que llaman el orden constitucional, que han violado "sus" propias leyes, cuando menos, desde el presidente Gustavo Díaz Ordaz para acá, destacando en lugar ostensible Luis Echeverría Álvarez, quien fuera algo así como "el padrino" de aquel joven gobernador de quien líneas antes escribía y de procuradores de justicia de un "obsoletismo" rayano en el insulto a la inteligencia del pueblo mexicano y de todos los pueblos del mundo a los que quisieron engañar.

Como la historia de la injusticia aquí narrada, hay muchísimas más. Esto nos pasó a mi familia y a mí, pero tenemos denuncias y testimonios de cientos de ellos iguales o peores.

Es desesperante ver pasar los años y encontrar lo mismo en cada uno de los gobiernos tanto del priísmo como en el actual, calificado erróneamente como "del cambio". Nada ha cambiado para mejorar. Las condiciones de injusticia siguen siendo las mismas y el "entendimiento" entre las dos facciones que han ocupado los más altos peldaños del poder siguen siendo las mismas.

Aparte, la llamada "delincuencia organizada", a últimas fechas parece que se ha descubierto, que ha sido organizada (como siempre lo ha sido), desde las entrañas del poder mismo. ¿Cómo esperar justicia entonces?

¿Cómo acudir para convencer a ese ente inútil para nuestra causa, que se llama pomposamente Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH)? ¿Para que ir con nuestro reclamo al otro engendro que dice buscar crímenes del pasado, la llamada Fiscalía Especial para Crímenes del Pasado, cuando lo que es y ha sido y pretende seguir siendo es encubridor de toda la injusticia añeja. y actual?

¡Pobre país, pobre pueblo mexicano! ¡Mis 30 años buscando justicia son pocos comparados con lo que lleva el noble y generoso pueblo mexicano luchando por lo mismo! ¿Qué podemos hacer?

¿Qué pruebas hay que presentar, fotografías, videos? ¿Qué se necesita para que nos hagan caso y resuelvan todos nuestros problemas? ¿Qué hay que entregar para que crean que son ciertos los crímenes cometidos contra cientos de mujeres en Ciudad Juárez, para que no sigan inventando que se trata de "violencia intrafamiliar"?

Y, ¿qué de "El Charco"? ¿Y qué de El Bosque? ¿Y qué de Acteal, y qué de todos los crímenes cometidos contra este pueblo. ¿Qué en el caso de Jerónimo Martínez y de Digna Ochoa y de Pável González?

Y sólo cito unos cuantos, de los miles que existen en la historia del país; de ese "mal" que nos agobia. Pero para bien, con Rabindranath Tagore nos preguntamos: "¿Es el mal absoluto y definitivo?", y con él entendemos que "el dolor (.) no es una cosa fija en la vida.". Lo demostraremos, sin videos, esas sus pruebas del horror.