¿Qué dicen?
Traigo desde hace días algo como un enorme remolino en la mente. Un tornado que alza polvaredas gigantescas de recuerdos, tormenta que arrastra dolor y que deja los estragos de su furia sobre la pobre alma que desde hace tantos años trata de no sucumbir, pero eso sí, acorazada de decisión de lucha y fortalecida por la certeza de que la razón la asiste.
Se remonta el pensamiento a los años lejanos ya, en los que nos unimos los familiares, los compañeros y amigos de los presos, los perseguidos, los desaparecidos y los exiliados políticos de este país.
Fue a finales de 1976, a más de un año del secuestro de mi hijo y en las postrimerías del mandato del entonces omnipresente todopoderoso presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez (de triste memoria y odiada presencia), como suele decir un entrañable amigo.
Sí, fue entonces cuando una dulce muchacha (Urania, se llama), a la que conocí desde la cuna, me invitó a ir "a una reunión al penal de Topo Chico", y hasta allí llegué, con todas las trabas que en aquellos años y con la fama de los Piedra Ibarra, en la Sultana del Norte, emporio de dominación patronal, significaba.
Poco menos de 30 presos políticos estaban en aquel lugar y tenían "el gusto y la libertad" de poder ver a quienes les visitaban y de leer y escribir, cosa que a algunos otros prisioneros de las mismas características, en otras ciudades, les estaba vedado.
Nos querían proponer la creación de un comité para su defensa, a la par que la de los perseguidos, los desaparecidos y los exiliados.
De los desaparecidos era quien esto escribe la única representante y, por lo tanto, me fue encomendada la tarea de buscar a los familiares de los demás, que en el estado de Guerrero abundaban, pero conocíamos ya las historias de terror en otras entidades del país, como Chihuahua, Jalisco y el Distrito Federal, lugares en donde el Ejército mexicano y la Dirección Federal de Seguridad, habían ejercido su demoledora crueldad y tras los secuestros de muchos jóvenes, los habían confinado en los sótanos del Campo Militar Número Uno, en aquello que llamaban "el túnel del radio", inexpugnable trozo del enclave ilegal.
El mencionado túnel era una cárcel "clandestina" en la que eran encerrados, sin la más mínima protección de la justicia, aislados, sujetos a los más crueles, inhumanos y degradantes tratos: la terrible tortura, ejercida por agentes judiciales y militares de distintos rangos, bajo las órdenes del comandante supremo de las Fuerzas Armadas, mismas que eran acatadas sin recato y sin protesta, a saber, para vergüenza del otrora glorioso Ejército mexicano, "defensor de la patria".
En este momento de la remembranza me surgió la pregunta que da nombre a estas líneas: ¿qué dicen? Sí, qué dicen, qué quieren dar a entender con eso del "glorioso Ejército".
¿Habrá quién crea que es servidor del pueblo, cuando desde hace muchos años ha sido rompehuelgas, cuando se sabe lo de Rubén Jaramillo, lo de Madera, lo del 2 de octubre de 1968. cuando su presencia sirve para "cuidar" las casonas de los ex presidentes y para amedrentar a los habitantes pobres de los poblados míseros que llenan la superficie de este pobre país?
¿Qué dicen las palabras del presidente Vicente Fox Quesada cuando expresa que "cada pueblo tiene el gobierno que se merece?", ¡Pobre pueblo de México si ha merecido a Luis Echeverría y a los que le siguieron! ¿Se habrá olvidado don Vicente de las trampas y los fraudes del "tricolor" y del engaño de su mercadotecnia para llegar a donde hoy está?...
¿De veras el Presidente creerá lo que dijo en sus declaraciones recientísimas que "ha trabajado en el frente de la seguridad, el desarrollo del estado de derecho, el crecimiento económico, la política social y la formación de capital humano", y que cuenta con una aprobación "superior a 70%...", y rubricó con una frase lapidaria: "De hecho, hay muy pocos presidentes en Iberoamérica que cuenten con un mejor reconocimiento de la opinión pública que el Presidente de México"?. ¿De veras creerá todo eso? Y lo del "estado de derecho", ¿cómo es posible que no se lastime la garganta, con lo de las mujeres muertas en Ciudad Juárez, con la farsa palera de la traída y llevada fiscalía especial en lo de los desaparecidos, con la emigración masiva de los mexicanos pobres que van a arrostrar el maltrato, la injusticia y quizá hasta a perder la vida?
Ante todo esto y mucho más, ¿cómo es posible que hable en esa forma? Si lo cree, está mal. Si piensa que lo creemos, nos juzga como retrasados mentales, idiotas o cosa que se le parezca. Si no le importa que no lo creamos. no tuvo, ni tiene ni tendrá remedio. Pero esta "enfermedad" no sólo la sufre el señor Fox, es algo muy extendido que afecta a muchísimos espécimenes de la llamada "política de altura", que recibieron el contagio de los infectados del viejo partido de larga y desacreditada existencia, que hoy, adelgazan sus filas en la huida hacia nuevos horizontes y llevan en su bagaje el letal germen. ¡Cuidado con esos "portadores" de la mentira y de la demagogia!
¡Ay de quienes crean en su falacia y aprendan sus lecciones de simulación! Los conocemos desde hace más de 30 años. Durante todo ese tiempo nos engañaron y siguieron cometiendo los mismos crímenes y el presidente Vicente Fox hizo suyas la mentira y la demagogia.
La impunidad camina sin temor por todo el país y la corrupción, lujosa y alhajada, se pavonea airosa en las más altas escalinatas del poder. Por eso, cada vez que hablan, preguntamos: ¿qué dicen?
Se remonta el pensamiento a los años lejanos ya, en los que nos unimos los familiares, los compañeros y amigos de los presos, los perseguidos, los desaparecidos y los exiliados políticos de este país.
Fue a finales de 1976, a más de un año del secuestro de mi hijo y en las postrimerías del mandato del entonces omnipresente todopoderoso presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez (de triste memoria y odiada presencia), como suele decir un entrañable amigo.
Sí, fue entonces cuando una dulce muchacha (Urania, se llama), a la que conocí desde la cuna, me invitó a ir "a una reunión al penal de Topo Chico", y hasta allí llegué, con todas las trabas que en aquellos años y con la fama de los Piedra Ibarra, en la Sultana del Norte, emporio de dominación patronal, significaba.
Poco menos de 30 presos políticos estaban en aquel lugar y tenían "el gusto y la libertad" de poder ver a quienes les visitaban y de leer y escribir, cosa que a algunos otros prisioneros de las mismas características, en otras ciudades, les estaba vedado.
Nos querían proponer la creación de un comité para su defensa, a la par que la de los perseguidos, los desaparecidos y los exiliados.
De los desaparecidos era quien esto escribe la única representante y, por lo tanto, me fue encomendada la tarea de buscar a los familiares de los demás, que en el estado de Guerrero abundaban, pero conocíamos ya las historias de terror en otras entidades del país, como Chihuahua, Jalisco y el Distrito Federal, lugares en donde el Ejército mexicano y la Dirección Federal de Seguridad, habían ejercido su demoledora crueldad y tras los secuestros de muchos jóvenes, los habían confinado en los sótanos del Campo Militar Número Uno, en aquello que llamaban "el túnel del radio", inexpugnable trozo del enclave ilegal.
El mencionado túnel era una cárcel "clandestina" en la que eran encerrados, sin la más mínima protección de la justicia, aislados, sujetos a los más crueles, inhumanos y degradantes tratos: la terrible tortura, ejercida por agentes judiciales y militares de distintos rangos, bajo las órdenes del comandante supremo de las Fuerzas Armadas, mismas que eran acatadas sin recato y sin protesta, a saber, para vergüenza del otrora glorioso Ejército mexicano, "defensor de la patria".
En este momento de la remembranza me surgió la pregunta que da nombre a estas líneas: ¿qué dicen? Sí, qué dicen, qué quieren dar a entender con eso del "glorioso Ejército".
¿Habrá quién crea que es servidor del pueblo, cuando desde hace muchos años ha sido rompehuelgas, cuando se sabe lo de Rubén Jaramillo, lo de Madera, lo del 2 de octubre de 1968. cuando su presencia sirve para "cuidar" las casonas de los ex presidentes y para amedrentar a los habitantes pobres de los poblados míseros que llenan la superficie de este pobre país?
¿Qué dicen las palabras del presidente Vicente Fox Quesada cuando expresa que "cada pueblo tiene el gobierno que se merece?", ¡Pobre pueblo de México si ha merecido a Luis Echeverría y a los que le siguieron! ¿Se habrá olvidado don Vicente de las trampas y los fraudes del "tricolor" y del engaño de su mercadotecnia para llegar a donde hoy está?...
¿De veras el Presidente creerá lo que dijo en sus declaraciones recientísimas que "ha trabajado en el frente de la seguridad, el desarrollo del estado de derecho, el crecimiento económico, la política social y la formación de capital humano", y que cuenta con una aprobación "superior a 70%...", y rubricó con una frase lapidaria: "De hecho, hay muy pocos presidentes en Iberoamérica que cuenten con un mejor reconocimiento de la opinión pública que el Presidente de México"?. ¿De veras creerá todo eso? Y lo del "estado de derecho", ¿cómo es posible que no se lastime la garganta, con lo de las mujeres muertas en Ciudad Juárez, con la farsa palera de la traída y llevada fiscalía especial en lo de los desaparecidos, con la emigración masiva de los mexicanos pobres que van a arrostrar el maltrato, la injusticia y quizá hasta a perder la vida?
Ante todo esto y mucho más, ¿cómo es posible que hable en esa forma? Si lo cree, está mal. Si piensa que lo creemos, nos juzga como retrasados mentales, idiotas o cosa que se le parezca. Si no le importa que no lo creamos. no tuvo, ni tiene ni tendrá remedio. Pero esta "enfermedad" no sólo la sufre el señor Fox, es algo muy extendido que afecta a muchísimos espécimenes de la llamada "política de altura", que recibieron el contagio de los infectados del viejo partido de larga y desacreditada existencia, que hoy, adelgazan sus filas en la huida hacia nuevos horizontes y llevan en su bagaje el letal germen. ¡Cuidado con esos "portadores" de la mentira y de la demagogia!
¡Ay de quienes crean en su falacia y aprendan sus lecciones de simulación! Los conocemos desde hace más de 30 años. Durante todo ese tiempo nos engañaron y siguieron cometiendo los mismos crímenes y el presidente Vicente Fox hizo suyas la mentira y la demagogia.
La impunidad camina sin temor por todo el país y la corrupción, lujosa y alhajada, se pavonea airosa en las más altas escalinatas del poder. Por eso, cada vez que hablan, preguntamos: ¿qué dicen?