Comité Eureka

En este espacio se publican los artículos semanales de Rosario Ibarra de Piedra, del Comité Eureka. Se obtienen del diario mexicano El Universal (todos los martes en la Primera Sección). Entre a la página www.eureka.org.mx para conocer la historia del Comité Eureka y los nombres de los desaparecidos por los gobiernos de México.

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Nombre: Comité Eureka
Ubicación: Mexico

martes, febrero 28, 2006

No olviden Cananea

Hay quienes afirman con un desparpajo que insulta, que quien esto escribe "politiza" el asunto de los desaparecidos y de igual manera hoy, se alza el vocerío defensor de los intereses de los ricos, para exigir que no se "politice" la tragedia nacional de los mineros de Pasta de Conchos. ¡Vaya descaro!

Que se atrevan a decirnos si no fue un acto estrictamente político la privatización de una industria -la minera- catalogada, desde el lejano 1917, como estratégica para el pueblo de México.

Y que conste que no fue llamada así por un grupo de diputadetes de esos que están acostumbrados al servilismo incondicional a los de arriba, sino por los constituyentes, los hombres probos que amaban a su patria.

Y esta industria, estratégica y altamente productiva, en la que México ocupa el tercer lugar en el mundo, pasó a manos de consorcios y de hombres ricos de otros países y del nuestro, que aumentan desmedidamente sus capitales, explotando sin rubor alguno a los trabajadores, díganlo si no las condiciones de inseguridad en las que los hacían trabajar, pese a que el gobierno mexicano es signatario del Convenio sobre Seguridad y Salud en las Minas, promovido por la OIT, en el que se exige a los responsables el cierre inmediato si no cumplen con las condiciones estipuladas para laborar sin peligro.

Se ha dicho en algunos medios de comunicación (quizá no lo suficiente), que de la privatización de la industria minera se han beneficiado, mediante prestanombres, personajes como el autor intelectual y material del malhadado asunto, Carlos Salinas de Gortari, entre otros y que Jorge Larrea ("el rey del cobre") es una prueba de ello. Este señor, padre del actual propietario, Germán del mismo apellido, llegó a ser uno de los hombres más ricos del mundo, ya que se benefició con la "compra" de varios bancos (hiede a Fobaproa el asunto). Y el caso es que durante el zedillato y el actual gobierno, los ricos y sólo los ricos han sido a quienes se escucha y se sirve. ¡Y vaya si se les sirve!

Como mandadero de ínfima categoría vimos al secretario del Trabajo haciendo a los llamados dueños de la mina (hoy de triste memoria) la labor infame de engañar a los familiares de los mineros. pero menudo susto que se dio.

Ojalá recuerden estos señores la lección de Cananea, allá cuando hartos de la injusticia fueron el vientre en el que se gestó el inicio de la Revolución de l910. Ojalá no se olviden de aquella "marcha del hambre" que llevaron a cabo los mineros de Nueva Rosita, con sus mujeres y sus hijos, allá por 1951, desde ese lugar norteño hasta la capital del país, en donde, con el mayor descaro, desoyeron sus demandas.

Ojalá no se olviden de Barroterán y de todas las minas que en México han existido, porque cada día la memoria de los mineros guarda más recuerdos dolorosos y sienten que les punza en medio del alma la terrible injusticia en la que los han sumergido. Parece mentira, pero el avance de la que pomposamente llaman "la clase trabajadora", "la clase obrera", al igual que el campesinado, han sido maltratados, humillados, menospreciados, ofendidos y, sobre todo, han sido víctimas de los más monstruosos hurtos de que se tenga memoria. y para muestra allí están los ex braceros y hoy, las familias de los que murieron en la fatídica mina en el estado de Coahuila.

¿Qué exigían los mineros de Cananea en 1906? "Mayordomos de la misma nacionalidad que ellos, (o sea, mexicanos); salario igual al de los trabajadores estadounidenses y jornadas de ocho horas". Me dirán que hay diferencias. Sí, claro, hay diferencias peores en nuestros días.

Hoy no se exige o no se pide que se pague lo mismo que a los trabajadores no mexicanos, sino que se pide o se exige que no haya trato desigual para algunos de los trabajadores, ya que entre los que murieron, había sindicalizados, contratados por la empresa y otros a los que no se les pagaba igual y no tenían las prestaciones de ley. Parece que hemos ido para atrás.

Duele todo esto, duele mucho. Quizá los beneficiarios del trabajo de los mineros desconozcan lo que es el sufrimiento de las ausencias. ¡Ojalá nunca sepan lo que esto significa!

Pero eso sí, les advertimos (y creo volcar el pensamiento de la mayoría del pueblo de México), les advertimos -repito- que recuerden que todo lo que es injusto maltrata, molesta, hiere y humilla y que a nadie, a nadie, le place o quiere tolerar ni maltrato, ni molestia, ni humillación y que menos estamos dispuestos a recibir calladamente heridas, profundas heridas en las almas, ni en los doloridos cuerpos a los que la miseria y el hambre han lanzado a millones de compatriotas.

Nací en Coahuila y aunque me he definido como ciudadana del mundo, porque soy profundamente internacionalista, la gotita de sangre que me dio vida y que abrió mis ojos aquella mañana de febrero en Saltillo, me hermana con los mineros de esa hermosa tierra norteña a la que tanto añoro por los años felices que en ella pasé.

Estoy con ellos y lucharé a su lado, como estuve en Barroterán, en Sabinas, en Nueva Rosita. y que callen los defensores de los ricos; que se avergüencen si pueden, de querer comprar las vidas de los que ellos, a sabiendas, mandaron a una muerte segura y que no digan (porque sí lo es) que este no es un asunto estrictamente político... porque es estrictamente político.

¡Nunca más!

Muy a menudo, es preciso decirlo, las palabras pierden su valor, suenan huecas, estériles, sin sentido. Escuchamos largos discursos llenos de convincentes frases y al poco tiempo nada queda, se esfuman, se borran... la dolorosa realidad nos trae de nuevo el desencanto.

¡Nunca más! Estas dos palabras han sido traicionadas, manchadas, vilipendiadas cuando se ha dicho, se ha repetido, se ha gritado: tortura, ¡nunca más!

Pensé en ello mucho porque la proximidad del Día de San Valentín me lo trajo a la mente.

Qué bien que hoy, ese día dedicado al santo, sea como le llaman "el Día del Amor y la Amistad", y ojalá ambos, amor y amistad, se den a manos llenas, para tratar de borrar de la faz de la Tierra el horror de la tortura que san Valentín sufrió y que segó su vida, y que hasta estos llamados nuestros días no ha cesado.

Con esa vertiginosa cualidad que tiene el pensamiento, que nos lleva a días y épocas cercanas o distantes, pensé en toda la barbarie, en la crueldad de siglos que la humanidad ha padecido. Pensé en san Esteban, primer mártir del cristianismo, que murió lapidado; vi a san Sebastián como lo imaginó Mantenga, atado a una columna y con el cuerpo erizado de saetas. Me parecía estar frente a la persecución de Diocleciano instigado por Galerio y el pensamiento saltaba de un lugar a otro de la historia de la crueldad y de la infamia. Veía las cruces distantes una de otra, la de Espartaco y la de Jesucristo, pero igualmente oprobiosas y despiadadas.

Atahualpa y Cuauhtémoc ensombrecieron mi memoria. Lejanas ambas, pensé en la Noche de San Bartolomé y en la matanza de Cholula, en donde, cuenta la historia, la sangre corría "como si fueran ríos". Sufría de tanto pensar en ello, pero mi mente obstinada se empeñaba en traerme esos trozos terribles de la historia.

Veía horrorizada los "racimos" de orejas y manos de indios yaquis, que los secuaces de Porfirio Díaz exigían a los asesinos como prueba de su villanía, de que les habían quitado la vida.

Sudáfrica y Haití, el famoso estadio en Chile, las hordas de kaibiles en Guatemala, todo pasaba por mi mente como un desfile siniestro. Las víctimas del Holocausto, las inauditamente sádicas penas corporales sufridas por los argelinos... Siberia... Reading... Leavenworth...

La fugacidad del pensamiento me llevaba a todo lo que me es doloroso y que ya nunca podrá serme ajeno... La cercanía del cumpleaños de mi amado hijo desaparecido por el mal gobierno, me trajo oleadas de tristeza. El próximo viernes 17 es la fecha en la que nació y ese día, esa fecha, 17 de febrero, me llevó al pasado, al lejano 1600, cuando murió Giordano Bruno. Por extraña coincidencia, aquel 17 de febrero murió el "nolano" y el 17 de febrero de 1954 nació mi hijo, que admiraba al filósofo rebelde que sufrió años de cárcel, tortura feroz y muerte en la hoguera, a manos de la Inquisición, porque siempre se negó a abjurar de lo que creía. Jamás renegó de su pensamiento, de sus ideas distintas de las de los demás, ni de sus palabras que nos legó en sus libros. Le cosieron los labios para no escucharlo, pero hasta hoy nos llega el sonido de su voz indomable. Tal vez por eso lo admiraba mi hijo.

Y tal vez por eso también, la Iglesia, que se dice misericordiosa, no le ha pedido perdón como lo hizo con otras víctimas del pasado, como Galileo que sí abjuró de la defensa que hacía del sistema cósmico de Copérnico, porque de no haberlo hecho, habría muerto en la hoguera por lo que se consideraba una herejía. Nos quedó su afirmación casi silente de la convicción de Galileo de aquella teoría... Eppur si muove... Y cuánta razón tenía, esta Tierra se sigue moviendo...

De igual forma se siguen moviendo en mi mente imágenes y recuerdos de la historia lejana y reciente. El látigo de los esclavistas, de los crueles hacendados algodoneros sureños estadounidenses, que no vacilaron en ir a una guerra que partió a su país en dos, por seguir siendo dueños de seres humanos arrancados de tierras lejanas, en medio de infinitos sufrimientos, para servirles... Y entre ese oleaje, en esa marejada de visiones de dolor, de tortura y de muerte, me detengo de pronto frente a las "tinajas" de San Juan de Ulúa, símbolo de las aberraciones de un dictador mexicano, obediente y dócil "aliado" del gobierno del vecino del norte.

Porfirio Díaz y William Howard Taft se entendían muy bien y ambos gobiernos maltrataban a los mexicanos que pasaban la frontera, aunque fuesen perseguidos políticos... ¡Cuánta semejanza con lo que hoy sucede! Dóciles y obedientes, Vicente Fox y su secretario de Relaciones Exteriores, aprueban las "balas de goma" primero y no protestan por las amenazas de los posibles disparos con arma de fuego de los integrantes de la Border Patrol, hacia nuestros miserables hermanos que ansían llegar allá, en busca del trabajo que aquí no hay.

En este repaso, veo los horrores del pasado reciente con Lecumberri en 1968 y el sempiterno antro de tortura, el Campo Militar Número Uno, con sus sótanos siniestros, su "túnel del radio", su "cuarto negro", de donde salían los alaridos que los torturadores de Carlos Humberto Bermúdez, de Nazar Haro y de Salomón Tanús, entre muchos otros, hacían que brotaran a borbotones de las gargantas de los detenidos... y pienso que la tortura no se ha ido.

¿De qué sirven pues las declaraciones y los discursos huecos, vanos, vacíos?

Gritemos a los cuatro vientos, pero luchemos por hacer realidad aquello de tortura: ¡nunca más!

martes, febrero 07, 2006

¿Suave patria?

Pobre tierra nuestra, a la que el poeta llamó "suave patria" y a la que con "épica sordina" le dijo "impecable y diamantina"... Pobre, dura patria esta nuestra, mancillada, ultrajada, engañada, maltrecha... Cómo seguir pensando en tu suavidad, tierra mía, si la aspereza es tanta que lastima, que hiere, que punza...

El jerezano de verso bello y de eufónica palabrería, te soñó pura y diáfana cuando escribió: "Inaccesible al deshonor floreces"... Así te soñaba, así te veía: inasible para la mano del deshonor... Y no sólo era él quien así te creía, eran millones de mexicanos que sentían orgullo de serlo y amaban a su patria porque la imaginaban limpia, pura, transparente... y muchos otros poetas seguían cantando a la pureza y a la hermosura de esta tierra pródiga.

Hubo uno que dijo de ella: "La soñé toda mía, con su castor de pinos, con su zagalejo de amapolas, con el rebozo terciado de sus ríos, con el aliento perfumado de todas sus flores...", y agregaba: "Si yo fuera Dios, haría cristal su limo y fecundo su páramo, rozaría su maleza, le reventaría las ubres al golpe de la leche negra que da vigor al mundo, la preñaría de oro y la levantaría como una custodia en un altar para que todas las naciones la adorasen...".

Sueños de locos, dicen algunos vendepatrias que odian a los poetas, pero el pueblo, los miles y miles de seres que llenan esta tierra desde el río Bravo hasta el Suchiate y del océano Pacífico al golfo de México, saben soñar como los poetas y anhelan una patria suave y tierna, buena y dulce, impecable, pura, cristalina... bella y esplendorosa...

Pero qué tristeza tan enorme llena esas almas, cuando sienten que la aspereza los rodea por entero; cuando en vez del aliento antes perfumado de esta tierra, hoy se respira el hedor a sangre de tanta muerte; cuando los ríos arrastran la podredumbre de los desechos que manos irresponsables arrojan a sus aguas; cuando la falda de la patria, antes hecha de bosques de pinos y de maderas preciosas, hoy se ve llena de agujeros, como enormes tonsuras, que los caciques encumbrados otrora en el poder han talado sin piedad, voraces y ambiciosos, mientras los soldados protegen sus fechorías que han llegado hasta crímenes impunes...

Pobre patria soñada por el poeta con el pecho rebosante de esa "leche negra que da vigor al mundo", cuando la corrupción ha sentado sus reales en Pemex; cuando nunca se ha castigado a los saqueadores, a los rateros, a los que exprimen las arcas que esa "leche negra" ha hecho posible que se llenen. Pobre patria engañada por los ex presidentes mañosos, secuestradores de los colores de la bandera y por quien hoy, del partido de los colores "marianos", se atreve a hablar de transparencia en el ambiente turbio, sucio, oscuro, que su gobierno generó.

Pobre pueblo de esta tierra, de esta patria vilipendiada, por la obediencia rastrera de su gobierno a los designios del vecino malsano, abusivo y ensoberbecido... Pobre pueblo mexicano, en esta maltrecha patria, que soporta engaños, falsedad inmensa, hipocresía de charlatanes, cuyos discursos destilan demagogia...

Pobres a su vez, los bien intencionados que confían en que se podrá enderezar el rumbo, mientras los falsos amigos y compañeros, los modernos Judas, traman a sus espaldas el golpe bajo y se regodean en el pensamiento del beneficio que les darán las sucias monedas de la traición.

"El Niño Dios te escrituró un establo y los veneros de petróleo el diablo", le dijo López Velarde a la patria, a la "suave patria" en la que creía. Yo también creía ciegamente en ella. La veía desde mi niñez, siempre hermosa, con sonriente faz, transportada en refulgente carro dorado, tirado por cuatro pegasos... "Suave patria", cuánta desilusión he sufrido junto a mi pueblo; cuánta traición, cuánta puñalada por la espalda...

¡Ay Pípila, nos prestaras tu coraza! Al pobrecito del Niño Dios, también le jugaron mal. El maldito diablo, estoy segura que fue el que escrituró los veneros de petróleo, pero en lo del establo también metió la cola Luzbel; si no, cómo explicar la miseria en el campo, el engaño en el que año tras año los ex presidentes priístas envolvían a los pobres campesinos, mientras les arrebataban sus mejores tierras para dárselas a los ricos, o se las "expropiaban" a éstos a precio de oro en las postrimerías de sus sexenios, para "entregarlas" a los pobres, a sabiendas de que cuando tomara posesión el otro, se las volvería a arrebatar...

Y fue así como empezó el "éxodo", la salida de los pobres, la huida de este suelo,

a la tierra que nos fue robada tiempo ha, para hacer los trabajos que les sean impuestos y que les sean pagados al precio que los "buenos vecinos" les quieran dar.

¿Y la justicia? También por allí se sintieron los pasos quemantes de Lucifer. ¿Cómo no pensarlo, si jueces, magistrados y "ministros supremos" (con pocas honrosas excepciones) inclinan reverentes sus testas ante los poderosos, ante los que tienen las arcas llenas, ante quienes pueden comprarlos? ¿Por qué no inclinan la balanza de la justicia hacia los más desvalidos? ¿No querrán, aquellos a los que el ocaso acosa, terminar sus días con honor, con apego a esa justicia a la que dicen servir?

¡Ay, Ramón López Velarde, cuánto ultraje ha sufrido tu "suave patria"! Cuánto me gustaría que estuvieras aquí, para que lucharas junto a tu pueblo, junto a mí, junto a todos los que sufrimos, pero que como tú, aún podemos sentir a la patria con suavidad de pétalo de rosa y lucharemos -como lo hicieron nuestros hijos y compañeros- por verla de nuevo "impecable y diamantina"