¿Discriminación?
Frente a mí se extendía una página de la historia triste que hemos vivido durante más de 30 años. Era la parte que se clava en mitad del pecho y atraviesa las almas de los familiares de los desaparecidos políticos de esta maltratada patria que se llama México.
En una enorme mesa en la que solemos trabajar juntos cuando de una tarea de todos se trata yacían miles de tarjetas de reclamo al presidente Vicente Fox Quesada, como parte de la campaña "Libera a un desaparecido", que iniciamos a mediados de 2005. Ésta tenía y tiene por objeto seguir informando a la opinión pública sobre la situación de los desaparecidos, así como pedir al pueblo de México que haga suya una causa tan injustamente tratada y tan añeja, como es la defensa de la vida y la libertad de nuestros familiares. Las tarjetas originalmente fueron 100 mil y muchas han sido enviadas al Presidente lo mismo desde lugares distantes como Marruecos, Uruguay o Japón, que de todos los estados de México y algunas entregadas en Palacio Nacional.
Las tarjetas, tamaño postal, en el frente, circundada por la palabra "libertad", tienen el nombre de nuestra organización ¡Eureka!, junto al logotipo y la fotografía de la persona desaparecida y luego el nombre de la campaña, ya mencionado. Después dicen: "Yo -y queda el espacio para escribir el nombre de cada persona solidaria- quiero adoptar como -y en ese espacio va la forma que cada quien escoja para adoptar a un compañero, que suele ser muy variada: hermano, tío, amigo, padre, novio, madre, hermana, amiga, camarada-..." Se dan los datos de su desaparición y finaliza con "y exijo al gobierno mexicano su libertad, así como el castigo a los responsables de ese crimen de lesa humanidad". Más abajo, la firma o la huella digital y el país de origen de quien envía la tarjeta, que en el reverso dice: "Licenciado Vicente Fox, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas. Palacio Nacional, Centro Histórico, Delegación Cuauhtémoc, CP 06068, México, DF, México".
Las miles de postales que aún nos quedan estaban cuidadosamente acomodadas por orden alfabético por nombres, fechas de la desaparición, por estados de la República y, como está cercano el Día de la Mujer, también se hizo un apartado por sexo, aunque para nosotros todos son iguales.
Fue en ese momento cuando algo como un estremecimiento nos sacudió a todos. Tener frente a nosotros aquellos rostros, juntos y a la par, fijando sus ojos en nosotros, casi hablándonos con sus miradas, con sus facciones serias o con las sonrisas que su vida pasada y tal vez feliz plasmó en aquellas fotografías, nos produjo un dolor profundo. No es cierto que los seres humanos nos podamos acostumbrar a la pena y dejar de sentirla "con el tiempo". ¡Falso!, mienten a sabiendas para engañar a los que se dejen, a los que quieran compartir con ellos su villanía. Nosotros no olvidamos ni olvidaremos a los nuestros, que son todos padres, madres, hijos, hijas, hermanos, hermanas, amigos, compañeros, todos y cada uno de ellos, parte de nuestras vidas ya, desde que juntos los familiares iniciamos esta lucha y los seguiremos buscando a todos... Hombres, mujeres y niños.
Por la proximidad del día dedicado a las mujeres, entresacábamos tarjetas de las compañeras desaparecidas para llevarlas a los actos a que las asistentes las firmaran. Sin escoger ni hacer diferencia alguna, me tocó tener en mis manos la que tenía la imagen de Victoria Hernández Brito, desaparecida en Iguala, Guerrero, en 1978 y de la que contaban algunos testigos que "hasta los guachos la admiraban por su valor, porque las torturas que sufrió fueron brutales". Me dolía igual ver a Tania Cascante Carrasco, una jovencita hermosa, secuestrada igual en Guerrero, en 1976. Y entre mis manos seguía aquel desfile de rostros queridos y admirados de mujeres desaparecidas por el gobierno, por policías ilegales y por el Ejército, en cumplimiento de órdenes atrabiliarias, dadas por los comandantes supremos de las Fuerzas Armadas en turno, en cada uno de los sexenios priístas. Como naipes de un juego siniestro se deslizaban por mis dedos aquellas fotografías, lo mismo la sonrisa fresca de Elisa Irina Sáenz Garza, detenida en Ocosingo, Chiapas en 1974, que la cara seria de mirada triste de Delia Cira Morales López, a la que detuvieron en el DF en l975, o los rostros como azorados de Violeta y Artemisa Tecla Parra, dos jovencitas secuestradas junto a su madre Ana María Parra de Tecla y a su hermano, el jovencito Adolfo Tecla Parra. Les tocó el turno a Sara y Ana Luz Mendoza Sosa, secuestradas en Veracruz en 1974, Armida Miranda, en Sonora, Lourdes Martínez Huerta, de Sinaloa, Hortensia García Zavala, en Nezahualcóyotl, Irma Cruz Santiago, María Concepción Jiménez, Ramona Ríos, Lucía Gómez, Austreberta Hilda Escobedo Ocaña y tantas otras...
Estaba a punto de terminar mi tarea cuando se encontraron mis manos con las fotografías de Cristina Rocha de Herrera y de Teresa Torres de Mena, jóvenes mujeres, la primera de Sinaloa, que fue secuestrada junto a su esposo, ella embarazada de cuatro meses; se la llevó el coronel de Caballería Jorge Arroyo Hurtado. La segunda, Teresa, igual embarazada, fue secuestrada junto a su esposo en Acapulco. ¿En dónde están ambas y donde están sus hijos, nacidos en cautiverio? Tenemos muchos años tratando de saberlo y de rescatarlas junto con todos los desaparecidos. Se dice que abunda la discriminación hacia las mujeres...
Sólo en esos lugares terribles del horror de la represión, los torturadores "agarran parejo"... La tortura allí es igual de despiadada para todos, hombres y mujeres, por eso pregunto: ¿discriminación?
En una enorme mesa en la que solemos trabajar juntos cuando de una tarea de todos se trata yacían miles de tarjetas de reclamo al presidente Vicente Fox Quesada, como parte de la campaña "Libera a un desaparecido", que iniciamos a mediados de 2005. Ésta tenía y tiene por objeto seguir informando a la opinión pública sobre la situación de los desaparecidos, así como pedir al pueblo de México que haga suya una causa tan injustamente tratada y tan añeja, como es la defensa de la vida y la libertad de nuestros familiares. Las tarjetas originalmente fueron 100 mil y muchas han sido enviadas al Presidente lo mismo desde lugares distantes como Marruecos, Uruguay o Japón, que de todos los estados de México y algunas entregadas en Palacio Nacional.
Las tarjetas, tamaño postal, en el frente, circundada por la palabra "libertad", tienen el nombre de nuestra organización ¡Eureka!, junto al logotipo y la fotografía de la persona desaparecida y luego el nombre de la campaña, ya mencionado. Después dicen: "Yo -y queda el espacio para escribir el nombre de cada persona solidaria- quiero adoptar como -y en ese espacio va la forma que cada quien escoja para adoptar a un compañero, que suele ser muy variada: hermano, tío, amigo, padre, novio, madre, hermana, amiga, camarada-..." Se dan los datos de su desaparición y finaliza con "y exijo al gobierno mexicano su libertad, así como el castigo a los responsables de ese crimen de lesa humanidad". Más abajo, la firma o la huella digital y el país de origen de quien envía la tarjeta, que en el reverso dice: "Licenciado Vicente Fox, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas. Palacio Nacional, Centro Histórico, Delegación Cuauhtémoc, CP 06068, México, DF, México".
Las miles de postales que aún nos quedan estaban cuidadosamente acomodadas por orden alfabético por nombres, fechas de la desaparición, por estados de la República y, como está cercano el Día de la Mujer, también se hizo un apartado por sexo, aunque para nosotros todos son iguales.
Fue en ese momento cuando algo como un estremecimiento nos sacudió a todos. Tener frente a nosotros aquellos rostros, juntos y a la par, fijando sus ojos en nosotros, casi hablándonos con sus miradas, con sus facciones serias o con las sonrisas que su vida pasada y tal vez feliz plasmó en aquellas fotografías, nos produjo un dolor profundo. No es cierto que los seres humanos nos podamos acostumbrar a la pena y dejar de sentirla "con el tiempo". ¡Falso!, mienten a sabiendas para engañar a los que se dejen, a los que quieran compartir con ellos su villanía. Nosotros no olvidamos ni olvidaremos a los nuestros, que son todos padres, madres, hijos, hijas, hermanos, hermanas, amigos, compañeros, todos y cada uno de ellos, parte de nuestras vidas ya, desde que juntos los familiares iniciamos esta lucha y los seguiremos buscando a todos... Hombres, mujeres y niños.
Por la proximidad del día dedicado a las mujeres, entresacábamos tarjetas de las compañeras desaparecidas para llevarlas a los actos a que las asistentes las firmaran. Sin escoger ni hacer diferencia alguna, me tocó tener en mis manos la que tenía la imagen de Victoria Hernández Brito, desaparecida en Iguala, Guerrero, en 1978 y de la que contaban algunos testigos que "hasta los guachos la admiraban por su valor, porque las torturas que sufrió fueron brutales". Me dolía igual ver a Tania Cascante Carrasco, una jovencita hermosa, secuestrada igual en Guerrero, en 1976. Y entre mis manos seguía aquel desfile de rostros queridos y admirados de mujeres desaparecidas por el gobierno, por policías ilegales y por el Ejército, en cumplimiento de órdenes atrabiliarias, dadas por los comandantes supremos de las Fuerzas Armadas en turno, en cada uno de los sexenios priístas. Como naipes de un juego siniestro se deslizaban por mis dedos aquellas fotografías, lo mismo la sonrisa fresca de Elisa Irina Sáenz Garza, detenida en Ocosingo, Chiapas en 1974, que la cara seria de mirada triste de Delia Cira Morales López, a la que detuvieron en el DF en l975, o los rostros como azorados de Violeta y Artemisa Tecla Parra, dos jovencitas secuestradas junto a su madre Ana María Parra de Tecla y a su hermano, el jovencito Adolfo Tecla Parra. Les tocó el turno a Sara y Ana Luz Mendoza Sosa, secuestradas en Veracruz en 1974, Armida Miranda, en Sonora, Lourdes Martínez Huerta, de Sinaloa, Hortensia García Zavala, en Nezahualcóyotl, Irma Cruz Santiago, María Concepción Jiménez, Ramona Ríos, Lucía Gómez, Austreberta Hilda Escobedo Ocaña y tantas otras...
Estaba a punto de terminar mi tarea cuando se encontraron mis manos con las fotografías de Cristina Rocha de Herrera y de Teresa Torres de Mena, jóvenes mujeres, la primera de Sinaloa, que fue secuestrada junto a su esposo, ella embarazada de cuatro meses; se la llevó el coronel de Caballería Jorge Arroyo Hurtado. La segunda, Teresa, igual embarazada, fue secuestrada junto a su esposo en Acapulco. ¿En dónde están ambas y donde están sus hijos, nacidos en cautiverio? Tenemos muchos años tratando de saberlo y de rescatarlas junto con todos los desaparecidos. Se dice que abunda la discriminación hacia las mujeres...
Sólo en esos lugares terribles del horror de la represión, los torturadores "agarran parejo"... La tortura allí es igual de despiadada para todos, hombres y mujeres, por eso pregunto: ¿discriminación?